POR AMOR A UN HIJO
Viernes, 5 de abril de 2012, 7:00 p.m.
El año escolar comenzaba con hechos lamentables. La sensibilidad y el miedo popular eran estimulados por la crueldad inhumana, una vez más. La inseguridad correspondía a la puerta de cualquiera y la demostración de afecto al saludar a una hija de salida del hogar, se convirtió en una interna duda caníbal de no saber si esa, sería la última vez. Un canto solidario inmortalizaba a aquellas pequeñas víctimas en marchas continuas de un pueblo que vela por su seguridad. “Todos somos Milagros, todos somos Ángeles” era el pedido de conciencia de los carteles con los que la gente reclamaba en las calles. Así abría su segunda edición del día, el noticiero de las siete. Pablo, se tomaba la cabeza como queriendo arrancarla de su cuerpo, desesperado, veía de reojo aquellas imágenes en la television mientras se dirigía a hablar con su jefe.
–Señor, no quiere confesar– Le dijo sin un saludo previo. No había tiempo para formalidades –No me diga ¿Y eso le parece extraño? – Dijo sarcásticamente el comisario –No es momento para bromas jefe – Dijo sin mucho ánimo – Nos ahorraría mucho trabajo si los delincuentes se declararan culpables ¿No Gonzalez? Mejor hágalo hablar antes de que llegue su abogado y lo tengamos que dejar ir –
Acostumbrado a que su jefe lo despreciara con su trato irónico, Pablo, volvió a la sala de interrogatorios dispuesto a hacerlo hablar y presionado por las circunstancias. Clara, una vecina del barrio de once, había denunciado que durante los últimos cinco días, a unos metros de la entrada del colegio Nuestra Sagrada Familia, y siempre puntual al horario en el que salían los alumnos, un hombre esperaba en su auto para luego seguir a un grupito de mujeres hasta la parada del colectivo. Los oficiales que altearon luego de ese llamado, lo detuvieron esta tarde. El hombre, un poco nervioso, no se resistió al arresto. Una vez en la comisaria, descubrieron entre sus pertenencias detalles contundentes. Llevaba en su saco una cierta cantidad de tarjetas que lo acreditaban como productor y representante de modelos. Lo que hacía deducir, que se presentaba como tal, ofreciéndoles a las jóvenes una carrera soñada como modelos o actrices. El oficial González, que esta a cargo del interrogatorio, intento comunicarse con el celular que figuraba en las tarjetas, que tal como se lo imagino, era una línea fuera de servicio. Aquel hombre tenía una sola escapatoria, esperar a su abogado y agradecer que los derechos humanos existen, porque su cuartada no era creíble.
-¿Admite haber estado los últimos cinco días en la puerta del colegio?- Pregunto González
-Si oficial, esperando que mi hija saliera de clases-
-¿Y por qué la seguía a escondidas?-
-Yo entiendo lo que pasa acá, pero se esta confundiendo –
-Siempre nos confundimos. Ahora conteste ¿Por que la seguía?
-Solo me aseguro que llegue bien a casa-
-¿Y no probó con llamarla por teléfono?-
-Es que no quiero que piense que la estoy controlando-
-¿No es lo que hacemos los padres acaso?- Retruco el oficial
-Si pero…-
-¿Que hay con estas tarjetas?- Sin dejarlo responder su pregunta retorica
-No entiendo, son mías- Dijo sin titubeos
-Eso ya lo se, pero son falsas. Llamo a este número y está fuera de servicio-
-Mi mujer olvido pagarlo-
-¿Así que tenes mujer?
Su tono irónico fue indiscreto, pero aún más indiscreto fue el dolor al que lo sometió castigándolo a golpes. “Mis hijas van a ese colegio” le gritaba en su cara una y otra vez “Te voy a matar” Repetía, mientras le seguía pegando cada vez con más fuerza, impulsado por la impotencia y la bronca acumulada. Solo puso un freno al darse cuenta que en su último golpe, la ira crecía cada vez mas y debía calmarse. Ve como Jorge, se arrastra por el suelo hasta un rincón buscando protección. Pablo patea la silla que estorbaba su paso y se acerca a él, respirando agitado cual toro en un rodeo. No estaba dispuesto a dejarlo ir, una niña inocente podría pagar muy caro su ineficacia policial. En su mente, se dibuja la brillante sonrisa de su hija y un pensamiento culposo, provocado por esa angustia de saber que un tipo así podría alejarla para siempre. Estaba ciego, con una furia insaciable. Sigue avanzando sin detenerse, se acerca cerrando sus puños y vuelve a mirarlo a los ojos. Su intuición jamas le falla, hay algo turbio en esa mirada. Se promete a sí mismo hacer justicia, sin escuchar los ruegos del culpable.
-Te estoy diciendo la verdad, ya no me pegues más por favor- Dijo Jorge mientras se cubría el rostro.
-A vos te van a sacar de aca, pero en una bolsa hijo de puta –
Pablo estaba desorientado, no encontraba racionalidad en sus pensamientos para actuar como corresponde. No lo conmovían las suplicas, ni las lágrimas y tampoco las mentiras que decía. Arremetía una y otra vez contra aquel cuerpo indefenso. Estaba ciego y golpeaba sin culpa, sin remordimiento. Golpeaba para lastimar, golpeaba para hacerle daño, un daño irreversible porque sin pensarlo, también golpeaba para matar. Pablo sabia que de ese forma no se hacia justicia, pero estaba convencido de que salvo muchas vidas. Nunca había llegado tan lejos pero tampoco jamas el riesgo paso tan cerca de su familia. Pensó sin estar orgulloso la forma de safar para ocultar lo sucedido, pensó que una niña viva vale por un violador muerto.